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Los alegatos religiosos de un diputado en contra de los derechos humanos





El señor Justo Orozco, diputado de Renovación Costarricense, ha hecho declaraciones preocupantes y por lo que algún periodista debería hacer algo más que escuchar y copiar sus palabras en un artículo. Es conocido que la idiosincrasia del costarricense le impide ser crítico en extremo, practicar la agresividad más productiva de todas: aquella que rebusca más que una verdad, más que una opinión; y despierta en quien se ocupa de lo público, asco o aprobación.


El título del artículo en La Nación es "Alegatos religiosos bloquean proyecto pro derechos gais". Yo comprendo que todo artículo periodístico, todo aquello que se hace público, todo aquello que busca ser leído (por las razones que sea) tiene que llamar la atención, por lo que comprendo que, colocar "derechos gais" en vez de "derechos humanos", fue una decisión meramente publicitaria. Es lo que pasa, tristemente, con el periodismo, en más de una ocasión, lo correcto es reemplazado por lo conveniente. 


Aunque suene contradictorio, no hay nada más humano que creer en Dios. Es correcto el título del artículo cuando cataloga lo dicho por el señor Orozco como "alegato religioso". Toda vez que nos referimos a lo religioso, nos referimos a la interpretación que ha hecho el ser humano de lo se supone que es Dios; de lo que quiere para nosotros y de lo que no quiere para nosotros. Toda religión no es más que una interpretación humana de la certeza de sentido. El señor Orozco cree que su vida tiene sentido por proteger lo que él considera correcto. Y su actitud no se diferencia mucho de los musulmanes que, apoyados en sus dogmas, azotan mujeres adulteras. 


Antes de seguir, quiero decir que me distancio de aquellos que creen en la defensa sublime de los derechos humanos. Mi crítica hacia el señor Orozco no parte por la comparación de su actitud con la de los musulmanes radicales, sino de la incapacidad para reconocer que está defendiendo algo en lo cual buena parte de la sociedad no cree. El diputado debe gobernar por el bien de la mayoría que no siempre quiere decir que se debe gobernar según los gustos de la mayoría; pero sobre todo, por la armonía entre todos los miembros de una sociedad a pesar de sus diferencias. 


La homosexualidad, para el señor Orozco, no es un derecho humano, sino un "flagelo" para la sociedad. Lo que no comprende el diputado, porque deja que sus prejuicios influyan en su capacidad de análisis, es que la homosexualidad no es más que una de las tantas formas de practicar nuestra sexualidad. Yo no sé, si a este señor le gusta que le practiquen la felación o si alguna vez ha gozado con una felación; tampoco sé si a este señor le gusta la pose del "misionero" más que el doggy style. Todos estos detalles forman parte de la sexualidad. La forma en que cada cual practica su sexualidad es un tema privado y nadie ni nada puede regular esto, al menos que vivamos bajo un estado totalitario. Lo que sugiere el señor Orozco es que determinada práctica sexual es condenable porque es la causa de la "propagación del sida". No señor, lo que es causa de la propagación del sida es la falta de conocimiento y la falta de educación sexual. Si tuviéramos que condenar una práctica sexual por cuidar la salud de los ciudadanos entonces tendríamos que condenar toda felación, ya que el sexo oral es una vía de contagio porque puede haber contacto de una mucosa bucal con el semen o flujo.

Por cuanto no somos animales, nuestra práctica sexual no está irremediablemente determinada por nuestro sexo. Solo los animales están determinados a una forma de practicar su sexualidad, sus fines están determinados por el instinto que les permite sobrevivir como especie. Lamentablemente para el señor Orozco, nosotros no somos solo animales y practicamos las relaciones sexuales por algo más que instinto, por algo más que el deseo de ver sobrevivir a nuestra raza. El placer (por más engañoso que pueda ser) es importante para el ser humano y tanto una felación como una práctica homosexual entran dentro de las posibilidades de prácticas sexuales. El señor Orozco sería feliz si todas las relaciones sexuales fueran con fines meramente reproductivos y, una prueba de esta certeza es que teme que la homosexualidad genere una caída abrupta de la natalidad. Yo estoy seguro que el señor diputado sabe que una relación sexual no se realiza solo con fines reproductivos. Lo que creo que el señor es demasiado hipócrita, como lo son muchos religiosos que han caído en el fanatismo. 

El último argumento del señor Orozco es, posiblemente el más ridículo. Dice el señor que los homosexuales son "un poco egoístas" porque "ellos son felices, pero sus familias no". Si tuviéramos que tomar nuestras decisiones basándonos en la "felicidad" de nuestras familias no hallaríamos qué hacer. La felicidad es una condición tan abstracta que son muy pocos los que se atreven a seguir hablando en esos términos. Evidentemente, la tristeza de esas familias está afirmada en una condición de época. Ningún joven que se respete condenaría una práctica homosexual al menos claro que se encuentre envuelto en un aura fanática religiosa. 

Yo lamento que al señor diputado se le olvide para qué lo eligieron los ciudadanos como representante del pueblo. Gobernar para sus principios, gobernar para los seguidores de una religión, no es para lo que se le eligió, señor Orozco. Usted fue elegido para gobernar por el bienestar de la sociedad y no es posible que parte de la población esté desprotegida de ciertos derechos solo porque usted sigue adorando ídolos de barro. Todos los ciudadanos merecen los mismos derechos sin importar la manera en que practiquen su sexualidad. Este no es un tema religioso; no está usted hablando para su congregación de fieles, sino para un pueblo que puede o no que le importen sus creencias. Este es un tema legal y de salud pública, y nada más. Desde el momento en que usted se hace llamar diputado se le insta a dejar por un momento sus prejuicios en aras de velar por una sociedad más justa en la medida de lo posible. Intervenir en una comisión para predicar sobre sus creencias es un acto digno de un payaso. 

Quién sabe qué clase de renovación espera impulsar el partido Renovación Costarricense con esta clase de diputados, pero dejan muchas dudas sobre su capacidad para renovar su propia manera de pensar.


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