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Más allá de Cajamarca

Existen dos teorías que interpretan de manera diferente los hechos ocurridos en Cajamarca. No solo los de Cajamarca, sino también cualquier hecho donde exista la protesta del pueblo contra algo llamado poder hegemónico. No es difícil entender estas dos teorías, pero es difícil despojarse de prejuicios a favor o en contra. Sin embargo, despojarse de prejuicios de uno del otro lado es el único camino conocido para poder conciliar en el diálogo la posibilidad de tomar decisiones y llegar a acuerdos productivos.


Una primera interpretación busca defender a toda costa los intereses, pero sobre todo, las motivaciones de los individuos que se alzan a la protesta. Olvidándonos de que como seres humanos ellos también pueden tener intereses retorcidos y caprichosos, santificamos sus pedidos; santificamos la protesta como si fuera la misma madre naturaleza la que se refiriera al poder capitalista como abusivo y opresor. Sindicatos y pueblo en general son incluidos dentro de un mismo saco; todo aquel que tenga un cartel en la mano es considerado libre de todo pecado y malos pensamientos.


Una segundo interpretación sataniza en extremo a los hacedores de la protesta. Este extremo los llega al racismo y a la discriminación, exclusión y deshumanización de los que protestan. Sindicatos y pueblo en general son poco más que animales irracionales que "no saben lo que hacen", personas sin educación, "brutos", "indios" que aun no conocen el progreso y que, por naturaleza, están condenados a no entender la palabra "capital". Una posición menos radical de esto, pero igualmente peligrosa, es la que dota de algo de inteligencia al serrano, pero está seguro que ese poco de inteligencia solo le sirve para entorpecer el progreso del país. Sindicatos cuyos intereses no pasan de manipular a la masa oprimida para obtener algún beneficio personal; es decir, parásitos que viven de las huelgas y protestas.


No hace falta ser muy inteligente para darse cuenta que ambas posiciones son absurdas. Ese maniqueísmo arcaico no nos llevará a ningún lado. Lamentablemente, el periodismo peruano sigue haciendo uso de esa dicotomía para provocar debates improductivos. Sin mencionar los intereses políticos de ciertos medios de comunicación que enfocarán los conflictos según favorezca o no al presidente de turno y su partido. 


Una verdad parece cierta: el problema tiene que ver con ambas interpretaciones. Es lo que siempre hay, unidad de contrarios. La realidad no la podemos seguir viendo en blanco y negro; en "derecha" o "izquierda". Al frente y detrás de esas protestas, huelgas y paralizaciones, conviven intereses de distinta índole. Lo que nos debería importar (sin que lo anterior sea obviado) es los hechos en concreto, las acciones que se han tomado para mejorar o, mejor dicho, para hacer que el progreso que vive inevitablemente la capital del país, se replique en otros departamentos. Lamentablemente los hechos indican que por pereza o mal versión de fondos, otros departamentos del Perú no se han visto incluidos en el progreso del país. No hablo de los últimos 10 años, sino de toda la existencia republicana e incluso desde la colonia. Tristemente, esos otros departamentos ricos en minerales, vivencia cultural y bio-diversidad, han sido utilizados para hacer que "el Perú avance"; y ha avanzado con muchos peros. 


Ese fue el primer hecho: se ha utilizado la riqueza de los otros departamentos para hacer avanzar al Perú (esto ocurre desde la colonia y, aún en momentos de crisis, se ha utilizado el deseo de reivindicación de las personas que habitan diversos departamentos del interior del país, para impulsar proyectos políticos y/o terroristas). 


Segundo hecho: el Estado peruano, como impulsor del bienestar del pueblo no ha sabido ponerse los pantalones para luchar contra la corrupción y la indiferencia hacia los diversos pueblos de otros departamentos. El Estado peruano, no solo no ha dado dinero para que las autoridades de estas regiones hagan uso de él; sino que no les ha dado la capacitación, no les ha dado algo mucho más importante que el dinero: el conocimiento para saber usarlo. Mientras en Lima surgían generaciones de jóvenes con títulos profesionales o técnicos, con maestrías, con estudios en el extranjero, con experiencia y con conocimientos "de punta", los demás departamentos del Perú seguían sumidos en una educación pública deficiente, resignados a lo que pudieran lograr. ¿Cómo exigirles que hoy hagan uso de los millones de dólares que les deja el canon minero? Me parecen incluso agresivas las expresiones irónicas que se burlan de la incapacidad de los presidentes regionales para hacer uso del dinero que hoy tienen bajo su poder. Esto es como darle un automóvil a un adolescente sin licencia de conducir; igual de peligroso, igual de improductivo, igual de irresponsable. En síntesis, el segundo hecho: el Estado peruano ha sido irresponsable en la tarea limar los malos recuerdos del manejo que tuvieron los españoles colonizadores.


(Quiero hacer un paréntesis aquí. Escuche atentamente el argumento de la profesora Carmela Zanelli quien aseguraba que los españoles colonizadores trataban mucho mejor a los indígenas que los "peruanos" luego de la independencia. Yo quiero decir, que como en muchos casos, el alumno superó al maestro; en esta ocasión, para mal. El español le enseñó al "español-peruano" la forma de tratar al indígena. No podemos separar el sujeto español, del sujeto peruano, como si, por arte de magia, después de la independencia todos se convirtieron en peruanos y borrón y cuenta nueva. Ese es un simplismo inaceptable bajo cualquier análisis serio. Lo correcto es afirmar que generaciones de españoles en el Perú tuvieron una forma de actuar frente al indígena y esta forma era verlos como un instrumento de extracción de mineral y como peones al servicio de los reyes de España. Los reyes claro, eran benevolentes, tenían ciertas políticas y cuidaban que el sujeto que le permitía extraer ese precioso mineral estuviera medianamente a gusto. Son esa benevolencia, sin esa tradición, el español-peruano superó a su maestro y perfeccionó la explotación al punto de que dejó de importarle el sujeto-extractor de mineral. Entonces, hablar de que los españoles trataron mejor a los indígenas y con eso querer borrar una tradición de explotación e indiferencia que los españoles le heredaron a los españoles-peruanos, es realmente ridículo e irresponsable).


Tercer hecho: diversos ideologías extranjeras han querido capturar el deseo de reivindicación del provinciano para impulsar proyectos políticos. El último capítulo de esta historia se dio en las pasadas elecciones donde el señor Ollanta Humala terminó con las aspiraciones de Keiko Fujimori. Humala, como Toledo (y posiblemente como Alberto Fujimori) utilizaron ese deseo de reivindicación para obtener el votos. Toledo usó la imagen mítica del Pachacutec y Humala usó, perfeccionando la estrategia de Toledo, el concepto de "chorreo" para reavivar el resentimiento del provinciano frente al limeño. 


Dados estos hechos, resulta evidente que estamos frente a una bomba de tiempo. Humala prometió algo y los pobladores, sus votantes, se lo van a reclamar con sangre en las calles porque esta, posiblemente, sea la última vez que un candidato se burle de ellos. La única forma de apagar este fuego es mostraron con acciones concretas que el progreso, que ese amor por la inversión extranjera que tienen los limeños, es algo real también para ellos. Y eso no se soluciona con mesas de diálogos.










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