Y ahora que solo te veo subir al bus, a veces sola, a veces acompañada, triste y a veces feliz; pero siempre a veces que es como describo hoy tu cintura. Y ahora, y a veces, que te veo pasar con tu color a amarillo o tu bronceado Chaclacayo, Baby Shiaffino, te veo, constreñida a una idea que ha flotado siempre como una burbuja de jabón en el aire cuando se le impone el mandato al niño, "revienta, revienta", y no hace caso, si es que lo único que quiere es colocar su mano lo más cerca posible de la burbuja con ese temor primario a que la ilusión se acabe (inocencia el no saber que igual se acaba, que en tres segundos nuestra burbuja se acaba y "toca suelo" de la forma más bruta, no brutal, sino bruta). Te veo así. A veces solo pasa(s) como quien le da vueltas al sol con esos ojos profundos que se niegan y se esconden, tal vez tristes, temerosos; y ahora, que sin embargo te escondo en mi bolsillo ya no hay mayor profundidad (se está pensando mucho en escribir lo correcto, en describir ese bolsillo, con sus detalles y su costura gamarra, detectando los hilos que se salen, que se esconden siempre al mejor comprador, pero que nosotros con un as bajo la manga ponemos en un diario, en una revista de corte académico y publicamos y salimos a caminar por el campus orgullosos de una azaña, sabiondos de que nos ven, ellos te ven).
Dan las doce y ya estás en dos personas distintas y concluyo rapidamente que no son distintas, que es lo mismo. Un amarillo y un bronceado, un escote y quien sabe que diablos más de la fantasía que invoco, rapidamente, pensando que ya pasa que entenderte no es tan misterio, ni tan mejor-me-cayo. Tu con tu escupidera de diantres has llenado el ombligo. Cuando te vea, ahí sí que será mañana; cuando te columpies como de niña me contabas que pasaba el viento fuerte y de levantaba la falda altísima y bajísima y los niños del parque, que ya no eran tan niños, se reían, se volteaban, se tapaban los ojos con las manos, con los pies, con el ombligo y uno que otro se agarraba fuerte el pantalón en un ademán de querer arrancarte a ti... a ti la piel bronceada; y te columpiabas sonriendo con ese amarillo agarrando fuerte el bronceado antes de que te arrancaran la piel o decidieran comerte con todo y cascarita crocante.
Brutal Rubí, tu eras brutal en la cama.
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