Hay algo que se escapa tenuemente de mi boca. Una bocanada, sí, una boca-nada, cuando percibo justamente en un sueño que no he sido capaz de caminar aunque sea un paso fuera de este círculo. Rodeado de esperma, tibia y aromática sal de mar, me he arrastrado embebido de vino, charlatan y embustero colaborando con los dioses en el más voraz de los encuentros salvajes.
No quiero comenzar con las mismas palabras, el temor a un juicio final, a un comentario inclusivo en el mundo de las letras me excita. Me constriñe el saber que ya no estás, que el temor se ha ido, que el final se ha convertido en principio mientras yo disfrutaba la siesta. Yo siempre te he dejado el televisor encendido por si hacía frío tener el manto de usa luz que te cubra la espalda: dejarte bien abrigada con las voces extraña de otros hombres y mujeres del mundo.
Ahora me oculto en las palabras, en el detrás de cámara y la complicidad. Tarde ya muy tarde; re coge el celular, la crema de afeitar, labios rojos, una cuchara, hoja de laurel...
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