sonsonarse el ayelmado triponio que ademenos
es de satén rosa. Revoleando una mazoca más
bien prolapsa, contracarga a la crimea y
consigue malivolarle un suño a la Tota que se
desporrona en diagonía y por un momento
horadra el raire con sus abrocojantes
bocinomias. Por segunda vez se le arrumba un
mofo sin merma a flamencarle las mecochas,
pero nadie le ha dismunido el encuadre a la
Tota sin tener que alanchufarse su contragofia,
y así pasa que la señora Fifa contrae un plica
de miercolamas a media resma y cuatro
peticuras de esas que no te dan tiempo al
vocifugio, y en eso están arremulgándose de ida
y de vuelta cuando se ve precivenir al doctor
Feta que se inmolume inclótumo entre las
gladiofantas.
La inmiscusión terrupta
Julio Cortázar
Señor Julio Cortazar,
Esa mujosa inmiscusión que nos amasa con su lexico incalumbiante, disprende y elumina las fosolonicas encaramadas del crisaltio. Entre tanto las trompantes inclusiones nos embransan, gastrofonicas infalicas, el desden ombliguo remana en yamunicos encuentros. Un mujonico entruendo tan normal y monico puede dismaglaciar en argumanos, sin remedio, simpósimo. Quisera, ducolico, implorar, que sea yuxtaponer o encrestoriar, es primordial, influxionar la letra, harmogenizar la palabra en investivas y gunicas posiciones.
Atte.
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