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Acabo de ver Top Gun y no sé si esta ha sido la primera o la décima vez que la veo. Creo que Top Gun es una película intensa de principio a fin; una película donde la renuncia es inevitable, donde hay que renunciar (resignarse) a la muerte de un amigo y renunciar a un amor "verdadero". Tras la renuncia de ambas algo se recupera, algo se lo que se había dejado ir, se recupera de una manera distinta, pero no extraordinaria (es posible que esto nos suceda a todos en algún momento de nuestras vidas). 



"Yo también quiero ser el Tom Cruise de Top Gun". Joven, peligroso, temerario, intrépido, amante, solitario. Un deseo perverso el querer parecerse a este personaje, pero un deseo que muchos persiguen encontrándose, con los años, con la versión falsa de Maverick frente al espejo. No se puede ser Pete Mitchell, por la misma razón que no se puede ser eternamente joven. Se puede añorar el instante en que se combina el atardecer más rojo e intenso, el ruido perfecto de una motocicleta y Berlin como música de fondo. Eso es un instante y ocurre en nuestras vidas muy seguido, más seguido de lo que pensamos.


Entonces, ¿queremos más galletas de la suerte? ¿Queremos algo que cambie nuestra vida de un momento a otro? ¿Se puede sostener el impulso en la eternidad? Tal vez lo único posible sea descargar la banda sonora de Top Gun, guardarla en nuestra librería de iTunes, colocarla en nuestro iPod para escucharla mientras manejamos por autopistas infinitas, que son finitas. 







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