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Esto

Nunca tengo tanto que decir. Escribir no es para decir.

Me gustan las letras que se van colocando en la pantalla a medida que voy oprimiendo armónicamente las teclas.  Más que decir es el sonido, la cadencia.

Me gustan las letras y el movimiento de mis manos, de mis dedos, buscando donde reposar tanta ansiedad y peligro. No es para decir, entonces, no es para decir.

Me gustaría un teclado más grande, un teclado de colores; me gustaría otro sonido al oprimir las teclas. Y siempre ha sido así:

La máquina de escribir nos lleva al mismo efecto a través de otras causas. La máquina de escribir la imprime más ansiedad al texto. Se podría pensar: "Ansiedad por decir". No, ansiedad por ver una letra más plasmada. Esa letra quiere cerrar, quiere ser el fin de la cadena de significante. La historia que hemos comenzado. El acto de ficción que hemos dado inicio tal vez una mañana y sin querer no hemos podido sacar de la mente. La historia que hemos comenzado vaciando botellas de cerveza o pasando una tras otras las páginas de un libro que, si somos consecuentes, tampoco tenía la intensión de decirnos nada. Escribir y no es para decir...

Si lo que he leido no me ha dicho nada, entonces cómo llamar a esa aparente relación entre la lectura de un libro y mi obsesión por escribir. Una alternativa es imaginar que he podido reproducir en mi mente algo de esa cadencia. Otra alternativa es imaginar que la historia me atrajo (pero esto implicaría aceptar que dicho lectura me que dicho algo). Y otra alternativa es retroceder en la necedad de suponer que escribir no es para decir.

3. Si escribir es para decir, entonces todo tiene sentido. Leer me ha dicho algo que se podría resumir en las siguientes palabras: "Tienes que escribir". Es implicaría la continuidad de la escritura, la continuidad de una historia, de una única historia, que diferentes hombres escriben en diferentes épocas. Una sola historia con un montón de capítulos.

2. Si la historia es la que me atrae y sin ser una continuidad me invita a escribir mi propia historia cómo explicar la limitación temática de la literatura. No hay tantos temas, no hay tantas historias, la originalidad es un tema muy complejo que siempre debe acabar con la aceptación de que no se puede ser enteramente original. Esto reforzaría el punto (3): no hay originalidad tal porque todo forma parte de una misma historia.

1. La posibilidad de la cadencia parece estar ligada a una magia; es un acto de magia producto de la misma palabra. Que va más allá de ella, pero que sale de ella, que ella la produce sin necesidad de ser consciente de su efecto. ¿La magia parece lo más cercano a una explicación coherente con sus efectos sobre la gente? La magia al menos explicaría porque apreciar cierta literatura requiere de trabajo, de trabajo que te devuelve a la cadencia, a la admiración de una armonía interna que sale del texto como un aluvión de tristeza y alegría.

Nunca tengo nada que decir, entonces ¿qué ha sido todo esto?

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