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Transcurrir (3)

Nuevo año, ¿acaso no es un nuevo año cada vez que volvemos a respirar? La obsesión que nos lleva a elegir celebrar un día lo que ocurre todos los días, es una obsesión incomprensible e igualmente invaluable. Fiestas, familias reunidas, amigos que se vuelven a encontrar, novelas que se escriben (que se comienzan a escribir), vidas que germinan, amores que nacen y mueren; todo eso ocurre todos los días, a cada segundo, a cada instante; sin embargo, elegimos el 31 de diciembre para que cada uno de esos hechos adquieren una relevancia suprema. Es tan fuerte que incluso negando todo lo anterior no podemos resistirnos a hacer algo especial ese día.

Será que es importante que todo tenga un fin y un comienzo, y que, siendo el tiempo un transcurrir, un río por el que cabalgan nuestras vidas, nos cojamos de la idea de que todo tiempo tiene un comienzo y un fin. El 1 de enero todo comienza y el 31 de diciembre termina: ¡vaya ilusión y qué caro nos cuesta! ¿Veríamos el mundo, nuestras propias vidas, nuestra propia muerte, de una manera distinta si decidiéramos que no hay más año, no hay más mes, ni día, ni hora, ni minuto que valga para algo más que sostener la fantasía del control y poder?Paradoja es perder nuestro derecho a ser libres frente al tiempo en harás de conquistarlo con fechas y horas.

Así que nuevo año no es, sino fenómeno no-ontológico más bien relacional que nos invita a reflexionar y a formar juegos que nos lleven más allá de la fantasía. Emprendamos el camino hacia la refrescante aventura de sumergirnos en el río del tiempo sin más precaución que abrir los poros al sol, a la luna, al mar, a la tierra, en fin, a naturaleza, seres vivos; todo aquello que nuestros sentidos puedan capturar. Todo esto, seguros de que nada de esto nos garantiza un acercamiento a la realidad; que nuestro objetivo no sea más el control del tiempo como medio para creer que hemos asido una realidad y que podemos determinar lo que sucede a las 10:18 am y que nada de lo que sucede es en realidad posible de ser lo que es, sino fuera por la intervención de nuestros deseos.

La invitación es a explotar nuestros sentidos, llevarlos al límite donde su relevancia como camino hacia la realidad se vislumbra fútil, porque los sentimos todo, porque ya no sentimos, sino que somos: comenzamos a "ser" y dejamos los sentidos a un lado y ahora somos el río. El río y nosotros uno. Horacio, en Rayuela (Cortazar) decía que su admiración por la Maga pasaba por su capacidad para nadar los ríos que él solo puede pensar. Nadar aquí es algo más que esa acción mecánica de intervenir en el curso del mar, sino ser el mar mismo, el río mismo, el agua misma transcurriendo.

Los invito a sentir, sin aspirar a ninguna realidad.

1 comentario:

Cristibel dijo...

"¿Acaso no es un nuevo año cada vez que volvemos a respirar?"

Me encantó esta frase.

Está muy bien tu blog. Me lo recomendaron y ya lo estoy siguiendo.

Te invito a remar hasta la Luna.