El grupo más grande al que pertenecemos desde el nacimiento es al de la humanidad. Sin embargo, nos cuesta interactuar directamente con los otros miembros de este gran grupo primordial. Para hacer posible esta interacción es indispensable, o al menos así parece, el formar parte de otros grupos que son las respectivas sociedades con sus matices en cada rincón del planeta a las cuales nos incorporamos a través de subgrupos: la familia, la escuela, la universidad, el trabajo. Todos ellos buscan nuestra incersión en una sociedad específica. Es sintomático que esto sea así: la humanidad como grupo no es funcional por sí misma.
Yo no puedo acercarme a Ti sin antes haber aprendido los códigos y normas de interacción que nos "rigen" como "miembros" de una sociedad. Pero qué pasa sino aprendo. Qué, si no aprendes. Qué, si nos miramos. Qué, si nos besamos sin decir nada y luego nos alejamos. Qué, si no aplicamos a nuestra relación una etiqueta. Qué, si nuestros encuentros se siguen de espontaneidad. ¿No es esta una transgresión a la norma que regula las interacciones? Y al transgredir estamos manifestando nuestra repulsión frente a la realidad ya que toda realidad merece siempre ser repudiada por que ella está inevitablemente compuesta de instantes de verdad y la transgresión es la posibilidad de nuevos instantes.
Para acercarme a Ti como miembros, ambos, de la humanidad, es necesaria la transgresión de las normas que regulan, en el bien de la "civilización", las relaciones interpersonales.
Acercarme a Ti es una lucha perpetua con las normas, es confusión, es contemplación del vacío, es transgresión de lo establecido, de lo que debe ser si Tu y Yo nos relacionamos, es sentir el vaivén de una realidad a otra: transgresión: novos instantes de verdad: un sube y baja: una pelota: una cometa: viento: y el termostato siempre a mil.
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