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¿Realidad?

En todo caso, ¿a qué le llamas tu realidad? ¿a eso que te puebla de mediocridad, de antiguas condolencias y profundo malestar espiritual? No, sino todo lo contrario, ya que no existe tal realidad. Perdiendo de aquí (que esperemos no sea un principio, sino algo más parecido a caer de pronto en el medio de la nada, sin brújula, sin camino recorrido ni por recorrer) se puede atisbar a un no-llegar.

Asumir la realidad de lo que se es, del lugar espacio-temporal en el que uno de encuentra, así como el lugar socio-económico que uno ocupa no es más que asumir lo circunstancial como absoluto; como punto de partido, inicio de un juego que, en buena cuenta, nunca hemos sabido cómo se juega. La terrible necesidad de requerir de un principio es lo que nos obliga a asumir tal cosa como una realidad a partir de la cual hacemos y deshacemos; y es terrible porque nos condena de antemano a ser lo que finalmente nunca hemos sido y que, en aras de evadir el miedo de no-ser, aceptamos.

Que si no estoy, que si no estás, que si no te veo, pues no existe. Ese ver y ese existir nos hace daño. La actitud no es tal cosa, no es ignorar al otro para disfrutar de lo que ‘yo’ puedo hacer en mi realidad; no es ignorar lo que ‘tu’ puedas estar haciendo para no caer en la melancolía, en la tristeza o en el mar de recuerdos negativos. Justamente ese barrera que se nos impone para “no sufrir” es lo que llamamos realidad y es lo que debemos cuestionar. El pasado no es más que una categoría con la cual organizamos nuestro mundo y gracias a los cual nuestra personalidad se define como tal: entre lo que fui, lo que soy y quiero ser. Y de nuevo, se trata de romper con la tiranía del tiempo: el presente continuo es uno solo, tanto para mi como para ti y el pasado es solo una conexión que me permite viajar a tu lado aún cuando no te veo: es meterse en la piel del otro, en sus ojos, en su nariz, en su sexo, para superar el cuerpo como unidad impenetrable y “mía-solo-mía”, y contemplar que cualquier personalidad cae ante los matices. Que bastaría con hacer bien esta tarea para decir que nos hemos quedado quietos para vivir muchas vidas (la vida misma) e insertarnos en ese transcurrir, en ese presente continuo.

Pero todo esto es solo una utopía no universalizable. Es algo que cada uno debe encontrar por sí mismo, ya que la misma idea de pretenderla una máxima es una contradicción. Tal vez la matrix no estaría del todo mal si pudiéramos habitar más de un cuerpo a la misma vez, si ese alejamiento de la “realidad” no nos encadenara a una sola presencia activa en el sistema, sino a múltiples.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El futuro es un pasado proyectado hacia adelante