Había cerrado los ojos, sentir el calor fluyendo por su cuerpo; tibia lontananza del otro. La aproximación básica e insegura: avanzar negando la luz adoptando la iluminación interna de las sensaciones.
Una mano fría rompió en la oscuridad. Rozaba su piel de pronto y una tentación racional casi lo obliga a abrir lo ojos. Casi su piel se abre más; apretó fuerte (los ojos con los párpados); encerró en una esquina sus dudas: las cercó con palmeras y arboles de mango, bambú y olmos. Un ente, entonces, oscuro comía esos mangos año tras año y había que sembrar más: ente hermafrodita.
Una contracción en sus labios hizo sonreír a Laura: ya que lo conocía, ya que lo había visto alguna vez de lejos, podía intuir lo que su mente comenzaba a retratar dentro del análisis empedernido que acostumbraba realizar irresponsablemente.
(Torcía, revolvía, lloraba, se mojaba y rodaba. El alto lodo de la noche que embellece la razón: la delicia de unos ojos desde los cuales ver el mundo, el universo... cursi, cursi, sí)
No se movía, Laura lo miraba con furia esperando alguna reacción. No se movía pero había dejado de apretar los ojos (Laura lo creía vulnerable ya) pero ella seguía esperando la reacción del hombre animal; así que volvió a pasar sus dedos entre los vellos púbicos para posarse en la contracción muscular humeante del calor del otro. No se movía, pero abrió los ojos y un torrente de oscuridad y luz marcó las sombras, oculto el rostro otro; la imaginación (no hace falta decir "del ser humano" por que es redundante) lo hizo sonreír:
Melissa, Elke, Tefi, Silvia, Laura,
No hay comentarios.:
Publicar un comentario